Una nueva historia de Ray Lorens, autor y director de la película “El Trastorno Nacional”.

Desde que el 10 de diciembre de 1896, causando un enorme escándalo, Alfred Jerry  estrenara en París su Ubú Rey; los súper hermanazos Hermanos Marx rodaran sus películas; Woody Allen se tronchara de sí mismo ó los Monty Phyton se mofaran de la historia con mayúsculas… con el humor del absurdo  la carcajada en el cine está demostrado que presupuestariamente no tiene que ser, ni de lejos, lo más caro de producir. Siempre y cuando haya talento para escribir un buen guión.

Al igual que Buero Vallejo defendía el teatro de texto frente a la improvisación escénica, La Pataleta Movie es cine de texto porque parte de una trama, nudo y desenlace cerrada, sólida y sobre todo rítmica.

La lectura de este guión se hace ágil, no sólo por la acción disparatada y rápida de sus secuencias, sino porque su lectura es tremendamente visual y la Banda sonora es la recuperación del Swing que con su ritmo alegre y fluido le va como un guante la mano.

El trabajo actoral de La Pataleta Movie reposa así sobre un guión cerrado.

La Pataleta Movie ó “la película de la pataleta” es una caricatura extrema de las relaciones humanas. Un dibujo desmitificado de unos personajes urbanitas y de barrio, a partir de localizaciones estándar y escenarios de interiores modestos y humildes para una gran historia.

Pensada para una iluminación cálida pero de clave alta: alegría que para eso es comedia.

Un texto de autor, una narrativa visual de autor, que requiere el ensayo conjunto de técnicos y actores para conseguir precisos y muy pensados planos secuencias que priman el trabajo artístico sobre el puntillismo técnico, con el objetivo de primar el trabajo actoral y lograr captar toda la química que desprende el binomio: texto- interpretación.

Pero a pesar de ello, el proyecto cuenta con todos y cada uno de los deberes hechos: un completo y pormenorizado guión técnico, sin tachones, que nos permite ver con exactitud esta propuesta de película según los ojos de su autor.

Unos diálogos muy fluidos y divertidos con un ritmo muy frenético y de constante ascenso en toda la trama que no conceden al espectador ni un sólo momento de seriedad.